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domingo, 9 de noviembre de 2025

NINGUNA PRUEBA

 Podemos estar convencidos de la creación (Creemos en Dios) o de la evolución (Creemos en la gran explosión o el big bang, que nos dice la ciencia mundana) Pero es muy falso, difícil y no creíble, creer, valga la redundancia, en las dos cosas. Si creemos en una vida espiritual del más allá y que materialmente estamos de paso en este mundo, la única fuente de información al respecto es La Biblia. Y si creemos en el Big Bang que nos dice la ciencia, no podemos considerar La Biblia. Tal vez haya alguno que “diga creer” en las dos cosas, quizas por miedo a negar lo que aprendieron de niños y asocian de alguna manera, uno con el otro, pero estarían reformando La Biblia y eso no es válido. No se puede ni se debe cambiar la información de ese libro porque es el único que nos habla de algo espiritual e inmaterial. Es lo original y exclusivo que tenemos respecto a la vida sagrada. ¡Creer o no creer!

En cambio, la teoría de la evolución fue elaborada por humanos, acá en este mundo, que no tiene nada de espiritual, pero tampoco ningún erudito ni nadie en esa teoría puede demostrar nada de ella empíricamente. Por eso es que, aunque se trata del caos que creó una gran explosión, termino en un orden del cual, al no ser demostrable y poco creíble por nuestro raciocinio, terminamos siendo creyentes de algo elaborado por nuestros propios congéneres. En conclusión, podemos creer en algo espiritual o energético que no vemos y qué, al s palabra divina, no podemos probar. Pero no debemos creer en algo material que venimos estudiando desde antes, que no podremos demostrar jamás y que además de nuestros padres y profesores (inocentes en las enseñanzas que nos brindaron) hay un poder que nos “Vende Humo” como se dice coloquialmente. En definitiva, todo lo que es material se debería poder probar!

La ciencia mundana en su historial, sobre todo en física y en astronomía no ha probado nada, sino que han elaborado teorías no demostrables y se ha pasado esa información durante el transcurso de los años, llegando a crear carreras, científicos, profesores y creencias en algo que no pueden demostrar. ¡Entonces no queda más remedio que creer en algo que jamás vamos a ver! Es pseudo ciencia, no ciencia! Para nosotros, los seres humanos comunes dedicados a otras actividades en este mundo, nos es difícil entender lo que el sistema nos dice y nos adoctrina en algo incomprobable e inaceptable para nuestro raciocinio. De manera que uno piensa en la valentía de una persona que ha estudiado durante años física o astronomía y ahora se da cuenta de la planitud de nuestro mundo, de que el agua no se pega en una esfera, que la fuerza de gravedad fue solo una teoría, que el barco que se pierde bajo la curvatura terrestre, con solo observarlo con un largavistas lo podemos ver entero de nuevo. Le demos la perspectiva y la vuelta que le demos, la tierra es plana amigos!

jueves, 10 de septiembre de 2020

¿POR QUE LA BIBLIA Y EL CALEFÓN?






El famoso tango Cambalache, compuesto en 1935 por Enrique Santos Discépolo, describe aún hoy la moral argentina, la ilimitada producción de contradicciones, de injusticias, de estrafalarias coincidencias y de tristes calamidades del mundo social y político que conforman nuestro modo de vida.
Uno de sus versos más pintorescos y misteriosos dice:
"…y herida por un sable sin remache,
ves llorar la Biblia junto a un calefón…"
De donde la expresión ‘la Biblia y el Calefón’ se usó para titular libros, programas de televisión (como el del gran Jorge Ginzburg) y tantas otras especies de lo cultural típicamente argentino.
Sin embargo, muchos no pueden explicar con alguna precisión en qué consiste la imagen de una Biblia junto a un calefón.
Para algunos es simplemente la imagen de una contradicción, de una vidriera de cambalache, donde los objetos comparten un espacio y en éste se distribuyen –o se acomodan- de modo caótico, del mismo modo que se acomodan las cosas y los personajes en nuestra criolla realidad.
Pero esta explicación simple no cubre el significado de la forma ‘herida por un sable sin remache’.
Entonces, he aquí otra explicación, más atinada, donde se entrevé un poco más claro el espíritu hiperbólico del gran poeta de nuestro tango, Discepolín.
Según el autor del blog http://chiwulltun.blogspot.com.ar/ se llamaba "Sable sin remache" a un gancho donde se colgaba el papel higiénico al lado del inodoro.
La historia de la expresión tiene relación con los servicios higiénicos, baños, la higiene personal y la forma de realizarla allá por los inicios del siglo XX.
Un par de datos antes de arremeter la acometida semiótica:
Hasta finales del Siglo XIX en las casas de Buenos Aires se utilizaban bacinillas, también llamadas ‘tazas de noche’ (aquí en el Norte les llamamos pelelas) cuyos contenidos eran arrojados por las ventanas al grito de “¡agua va!”, y antes de ello las letrinas estaban ubicadas en los fondos de las casas, como es uso en el campo.
En Buenos Aires, coexistieron bacinillas y letrinas hasta principios del siglo XX, época en que las familias más acomodadas comenzaron a instalar baños. Luego el uso de baños se generalizó y se empezó a construirlos en todas la viviendas, aún en las más modestas.
El sencillo gabinete higiénico constaba al menos del retrete y el lavabo, y algunos también tenían una ducha. Y consecuentemente, si había una ducha era necesario calentar el agua, así al lado de la ducha se instalaba un calefón.
Por otra parte, el papel higiénico era más bien un objeto suntuario en las casas de Buenos Aires de aquellos años. No estaba al alcance del poder adquisitivo de todas las familias, las cuales se veían en la obligación de usar, para ese infame fin, papeles de otros ámbitos comerciales.
De ahí que se usaba papel de diario, y algunos otros más suaves y sedosos como los envoltorios de las manzanas y peras que aquellos sensibles usuarios buscaban en verdulerías y fruterías.
Por supuesto, el papel de arroz con que se imprimían libros, entre ellos la Biblia, era también usado por su suavidad.
Y aquí entra la Sociedad Bíblica Argentina, que por los primeros años del siglo pasado se abocó a la misión de difundir la Biblia Protestante, como si fuera una nueva Vulgata, que intentaba llegar a la mayor cantidad de lectores, por lo cual regalaba los ejemplares. Aún hoy lo sigue haciendo.
Pues muchos de los habitantes de Buenos Aires deben de haber parecido devotos creyentes, ya que aceptaban de continuo esas biblias obsequiadas y que, siendo mayoría la grey católica, lo mismo pasaban y retiraban la Biblia protestante tantas veces como sabían que la Sociedad las tenía en obsequio en las calles, plazas o en su sede central.
Sin embargo, cuentan fuentes lunfardas, que quienes obtenían esas Biblias, les perforaban una tapa y las colgaban en un gancho de alambre, el “sable sin remache” al lado del calefón, cerca del retrete, e iban arrancando las suaves hojas para usarlas como papel higiénico. En este hecho se habría inspirado Enrique Santos Discépolo para decir con elegancia propia de un grande, y reflejar con ello nuestra condición pagana de sacrificar lo sagrado en función de la necesidad:
"Igual que en la vidriera irrespetuosa
de los cambalaches se ha mezclao la vida,
y herida por un sable sin remache,
ves llorar la Biblia junto a un calefón.”